Quiénes son los hijos de los Tijuanenses?

La página de Internet http://zetatijuana.com/2016/11/03/desgaste-oficial-y-social/ conduce a un artículo que se titula «Amor incondicional a los hijos» y la Fuente se identifica como http://zetatijuana.com/author/alberto-sandoval/.

El artículo se refiere entre otros aspectos al mar de confusiones que existen en la actualidad en torno a la forma en como educamos los padres a nuestros hijos, lo cual había venido variando entre generaciones podríamos decir «normalmente», lo cual cambió drásticamente en épocas recientes.

Por «normalmente» queremos decir que la evolución de la formación de los hijos solo venía teniendo ligeros cambios entendibles por el paso de los años, como sería el caso de las restricciones que los padres ponían a los hijos respecto de los permisos que les otorgaban para salir a divertirse, el horario para ello, el tipo de compañía requerida para pasear o hasta la forma en que los descendientes se podían dirigir a sus progenitores, lo que incluía desde la intención de la mirada, el tono de la voz, hasta tener que hablarle a «los mayores» de usted.

Pero algo sucedió que lo de «normalmente» desapareció. Ese algo incluyó que los mexicanos compramos muchas malas costumbres e ideas extranjeras, -habiendo muchísimas otras muy buenas-, navegando en un mar de corruptelas e ineficiencias gubernamentales que en complicidad con el monopolio televisivo aletargaron la mente de los aturdidos televidentes, -puro pan y circo-, lo que se combinó con un sinrumbo de «programas» educativos que incluyeron la nada gloriosa idea de eliminar la materia de civismo de las cartas curriculares.

¿El resultado de lo mencionado en el párrafo anterior? Una gran confusión respecto del rol que corresponde a maestros, padres e hijos. En la actualidad, nadie parece saber a cabalidad que hay que hacer con todos los niños y jóvenes.

Muchos padres lo son por circunstancias, no por haber planeado debidamente su contribución a la explosión demográfica y tanto unos como otros se encuentran con una sociedad que prepara apenas lo mínimo con capacitación de calidad a quienes tendrán la delicada responsabilidad de prolongar la especie.

El principal esfuerzo para educar a los padres en los lustros recientes ha emanado de propuestas de organismos de la sociedad civil y apenas en fechas recientes el Estado a empezado a tímida y titubeantemente a quienes serán o ya son padres de familia.

De no ser porque sobreviven con dificultad heróica algunas valiosas costumbres, tradiciones y valores intergeneracionales, la sociedad estaría por completo perdida.

De hecho, Tijuana y en gran parte Baja California han tenido ya episodios oscuros con la tristemente célebre aparición de los narcojuniors y del nada deseable liderazgo de estadísticas de delitos y de la violencia.

Como un sinnúmero de los padres no saben con certeza que enseñar y en que medida, como dudan respecto de la dureza y dimensión de la disciplina, enfocan equivocadamente sus desesperaciones en errar en el rol que les corresponde e intentan indebidamente sustituir su responsabilidad parental buscando en vano lo que no les queda, como es convertirse en los mejores amigos de sus hijos, -meta imposible de lograr-, lo que solamente pueden conseguir sus pares: niños y jóvenes de la misma edad que la de sus vástagos. Al incursionar en esa ruta alejada de sus posibilidades reales, dejan de lado la firmeza de las reglas y guías que es su función establecer, ya que como están intentando hacerse amigos de sus retoños, la amistad no impone sino que al contrario, es cómplice, así que entre el relajamiento de la disciplina y la falta de preparación para desempeñar su rol de padres y madres, reina una gran confusión.

Los padres no deben obsesionarse con tratar de convertirse en los mejores amigos de sus hijos, sino en ser las personas en quien ellos tengan más confianza y en quienes encuentren el mayor respaldo.

Como si todo ello no fuera suficiente, el gobierno no solo no ha generado lo que le corresponde para preparar debidamente a los padres de familia, sino que creó estructuras y directrices que hacen más entrincada la ruta.

Así las cosas, los hijos de padres con esa deficiencia formativa llegan a las escuelas en donde las cosas se complican hasta el extremo porque por una parte, los progenitores, semiconscientes de que algo no anda bien con esos hijos respondones que no parecen tener respeto sino más bien total rebeldía ante la autoridad paterna o materna, intentan delegar en los profesores la tarea que ellos dejaron inconclusa en casa, como lo es la transmisión y fijación de valores.

Esa situación no es recibida con beneplácito por los educadores, porque si ya de por si tienen más cargas de las que naturalmente les corresponden, que es esencialmente transmitir conocimientos, ahora resulta que también tienen que lidiar con muchos muchachos que no solo no les guardan el respeto que merecen, sino que por el contrario, hay que estar batallando con esa malformación con que llegan de sus casas.

Además, en la actualidad los profesores están sobrecargados de responsabilidades, porque no solo tienen que transmitir conocimientos, -su esencial función-, sino que también tienen que trabajar en la prevención del delito, en fomentar la paz, en ser gestores de las mejoras que requiere su plantel educativo, en lidiar con los temas sindicales, en lograr que todos los maestros se integren a los objetivos tradicionales y los incorporados recientemente, en estar al día de las reformas y planes oficiales, en ajustarse a los calendarios, en preservar  tradiciones y costumbres mexicanas, -porque así debe de ser y para ser muro de contención ante la avalancha de modismos extranjeros-, en lograr conciliación social con los vecinos de las escuelas, en motivar a los apáticos e indiferentes padres de familia, y también trabajar en muchísimas cosas más.

A todo ello hay que sumarle que hay escuelas donde se tienen vacantes en plazas de maestros, tanto en posiciones directivas como en aulas, a la vez que por así convenir a su situación personal, algunos profesores buscan promover su cambio a otra adscripción, lo que obviamente afectará en alguna medida a la institución que dejarán para irse a la que enseguida les asignen.

Incrementando la problemática, la pesadilla de las adicciones, la pérdida de valores, las pandillas y otras situaciones hacen más pesada la carga, donde las nuevas estructuras y directrices gubernamentales, aunadas a las actitudes de negación de los padres de los alumnos problemáticos, generan a los maestros una auténtica migraña cuando de batallar con alumnos difíciles se trata, ya que la última de las soluciones deseada, como es expulsar a un estudiante que amenaza la estabilidad de la escuela, implica conflictos internos y externos nada sencillos de resolver, además de que ese o esos alumnos en muchos casos solo cambian de plantel pero no de actitud, trasladando tan solo de domicilio escolar el problema.

El panorama descrito a lo ancho y largo se presiona cada día con la llegada de más de cien mil nuevos habitantes cada año, situación agravada por la migración masiva de personas que no vienen a la ciudad por amor a ella, sino forzados por la búsqueda del anhelado sueño americano o por la vía de las miles de deportaciones que hacen los Estados Unidos de América, quienes no solo están simplemente expulsando a indocumentados, sino que están despresurizando sus centros penitenciarios, con lo cual el perfil de los recién llegados a la región tiene mayor complejidad.

Así las cosas, los hijos de Tijuana, de los Tijuanenses, -por nacimiento o por adopción-, requieren de una atención extraordinaria, para lo cual tenemos que trabajar todos, -sociedad y gobierno-, como nunca antes lo habíamos hecho, para que esos niños y adolescentes, lejos de ser un problema en la actualidad y el día de mañana, sean desde hoy y en el futuro un gran orgullo para todos.